El muladar

Ángela Puntes & José Ignacio Villacampa. Universo de Letras, 19,90 € (394 p.), ISBN 9788418385162.

La literatura de verdad, esa bien catalogada como orgánica, engloba a todos esos libros que, independientemente de géneros literarios, más allá de su continente y contenido, nos interpelan sobre nuestra condición humana: espejos ontológicos, cóncavos y convexos, donde los lectores pueden asomarse, verse, reflejarse, analizarse… El arte como espacio para agitarnos, para aportar y soportar. El lugar exacto donde se ubica El muladar, mucho más que una novela de intriga o misterio, sino, sobre todo, una búsqueda manifiesta (la de un tesoro expoliado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y escondido en las inmediaciones de un modesto pueblo turolense) y a su vez una búsqueda tácita (la de esas grietas de las pasiones del ser, en los territorios complejos de las relaciones interpersonales). Una obra para entretener, cómo no, y también para reflexionar sobre emociones e intenciones primarias: entre otras, las huellas del paso del tiempo, el amor, la amistad, la pérdida irremediable, la culpa y el perdón. Ahí es nada.

            No es nada fácil escribir un texto creativo a cuatro manos —o más— y no fallar considerablemente en el intento. (En la historia de la literatura universal, pocos ejemplos lograron óptimos resultados: Y los hipopótamos se conocieron en sus tanques, de William Burroughs y Jack Kerouac; Buenos presagios, de Terry Pratchet y Neil Gaiman; o El almirante flotante, desarrollada por la asociación europea más prestigiosa de escritores y escritoras de policiales, entre ellas Agatha Christie y Dorothy L. Sayers). Y lo cierto es que Ángela Puntes y José Ignacio Villacampa, responsables artísticos de El muladar, logran un resultado impecable. Pues la historia mantiene siempre un tono uniforme (estimulante, por momentos adictivo), con coherencia y cohesión; un pulso narrativo preciso, donde los picos de tensión y sus puntos de inflexión están equilibrados a lo largo de todo el corpus discursivo.

            El muladar presenta una poderosa vocación de estilo. En este sentido, destacan varios puntos. Primero, su factura estética, la recreación de ambientes, que consigue clavar al lector allí dentro, en cada espacio (Rusia, Hungría, Alemania, Francia, esa España rural) y tiempo (pasado y presente) correspondientes. Una narración que, más que decir, nos muestra.

            Segundo, su estructura, donde la narración sigue a múltiples personajes y apuesta por la técnica del flashback para que el lector, en múltiples momentos de la acción, componga, dude, extraiga sus propias conclusiones, antes de obtener las claves principales del argumento.   

            Tercero, la creación de personajes, siempre bien caracterizados, con personalidad, sin solaparse jamás sus voces, dejándole siempre el necesario espacio al narrador omnisciente.

            Y cuarto, su ritmo. El comienzo, tan impactante como atractivo, es ya toda una declaración de intenciones: Vega, detective privada, que despierta malherida en un lugar desconocido e inhóspito, rodeado de buitres. Todo mediante un lenguaje sencillo pero certero.   

            El muladar, de Ángela Puntes y José Ignacio Villacampa, es una novela que no puede faltar en las mejores bibliotecas. Y síganle la pista, pues tiene una importante arista cinematográfica.