El día de San Jorge, y Día Internacional del Libro 2019, de forma puramente casual, Ángela retó a José Ignacio a escribir una novela. Lo que no sabía era que el reto sería doble, y que le venía de vuelta…
Ángela
“Me ha gustado mucho tu manuscrito, pero deberías escribir sobre un asesinato”, dijo tajante José Ignacio, durante una cena informal.
Tal sugerencia me pilló desprevenida.
“¿Por?”
“Se te dan muy bien los perfiles psicológicos”.
La tarde del domingo, 23 de abril de 2019, la conversación daba vueltas en mi cabeza.
Tenía claro que quien debía escribir esa historia era José Ignacio.
Yo solo tenía que retarle, darle una entrada, y luego él decidiría.
Encendí el ordenador y escribí de tirón ese primer capítulo, le puse nombre y se lo envié por email.
“Te he enviado algo para que tú lo continúes” le dije sin más explicaciones.
Lo que no estaba en mis planes es que el segundo capítulo me retara a mí.
Todo empezó como un entretenimiento sin condiciones. Ninguno sabíamos entonces que llegaríamos hasta aquí.
Ha sido un experiencia única, enriquecedora e irrepetible. Una de esas oportunidades de la vida donde lo importante es el camino y solo el objetivo es conocido cuando debe ser revelado.
José Ignacio
Me sorprendió recibir la invitación de Ángela para continuar escribiendo la historia que ella había empezado a dibujar.
Siempre había querido hacerlo, pero nunca me atreví a dar ese salto al vacío. Tenía dudas. ¿Sabré hacerlo con solvencia? ¿Estaré a la altura? ¡Que demonios! ¡Vamos a intentarlo!
Recogí el guante que me lanzó y avancé la trama hacia el lugar donde mi intuición me dirigía.
Ese segundo capítulo fue suficiente para darme cuenta de cuánto me llenaba el hecho de transportar mi imaginación y plasmarla en un texto.
Me gustó esta idea de colaboración creativa y le propuse a Ángela que prosiguiese ella con el tercer capítulo.
“No sé qué será de esta historia, pero resulta divertido”, comentó Ángela.
Y así seguimos avanzando en este proyecto conjunto, en este juego. A medida que la trama avanzaba era mayor el compromiso de aferrarnos al camino que ambos habíamos consensuado para que la trama no descarrilase, pero aun así, jamás dejó de ser divertido ni estimulante. Una vez concluida la novela, y sintiéndome orgulloso del resultado de la misma, mantengo mi convicción de que el triunfo no reside en haber llegado al destino, logrando el objetivo de concluirla, sino en haber disfrutado del viaje.